martes, 12 de abril de 2011

La carretera

"Daniel, ¿crees que tardemos mucho en llegar? Ya estoy cansada y mañana tengo clase a las siete".
"No te preocupes mi amor, ya estamos cerca de la caseta".

Ella se acomodó en el asiento y sonrió.

"Gracias por estas vacaciones, lo mejor es estar a tu lado".
"No tienes que agradecer, ya nos hacía falta pasar tiempo solos".

Hablaron sobre las vacaciones, la escuela de ella y diversos temas. En un momento Alejandra le dijo seriamente:

"Dan, tengo que decirte algo importante, creo que estoy embarazada".

Daniel abrió los ojos y la boca, dejó de respirar unos segundos, era muy grande su asombro.

"¿Es en serio? Wow, no me lo esperaba Ale, no es que no quiera pero no me veía como papá".
"Bueno, debo confesarte algo, tú no serías el papá sino Paco"
"¿Paco? ¿Qué Paco? ¿El amigo de tu prima?"

Daniel se encolerizó, apretó fuertemente ambas manos contra el volante y comenzó a acelerar.

"Cálmate amor, todavía no está confirmado el embarazo".
"¿Cómo quieres que me calme si descaradamente dijiste que me engañaste? Dios, cómo puedo ser tan ciego, pero te aseguro Alejandra que no me volverás a engañar, ni tú ni nadie, de eso me encargo yo".

Daniel aceleró a todo lo que daba el carro, cegado por la ira y la tristeza, teniendo en claro su objetivo. Alejandra gritó:

"¡Qué haces Daniel! ¡Detente! ¡Si alguna vez me amaste detente! ¡Nos vas a mat...!"

jueves, 7 de abril de 2011

Dos de ilusión

Como sabrán amigos, mi historia no tiene nada de sorprendente pero es algo que quiero compartirles. Claro que es especial, pero no es por mi lo que lo hace así, sino por alguien que conocí que me tiene así. No esperen que vaya directo al grano porque todo alrededor lo hace mágico.

Fue una noche cualquiera haciendo mi rutina. Llegué de trabajar y directamente fui con "el Güero", ya sabrán, por mi dosis de suadero semanal. El Güero estaba molesto por el partido del América del domingo. Su mirada, como le dije, mantenía caliente la parrilla. Parecía que nada lo calmaría hasta que un estruendo nos asustó, después un grito nos despertó. Le dije que anotara en mi cuenta lo que comí y dando la vuelta me fui, preocupado por lo que me había espantado el apetito.

Mientras caminaba no vi algo que me dijera que ocurrió, por un callejón un llanto me conmovió. Me acerqué lentamente y vi a una mujer, la más hermosa que haya podido conocer.

"¿Hola?" le pregunté suavemente, "¿te puedo ayudar?"
"Estoy bien", sollozó pidiendo ayuda.
"No lo estás, pero si quieres que me vaya lo haré", lo dije dando un paso atrás.
"¡No te vayas!" Lo dijo con una voz tan tierna que me quebrantó el corazón.
"¿Qué pasó? ¿Algo explotó?"
"No". Murmuró. "No es nada de eso, solo que mi madre murió".

Sigo sin entender por qué me lo dijo, no nos conocíamos ni un minuto, pero creo que nuestras miradas se engancharon.

"Lo siento mucho, en verdad", acaricié su brazo brindándole seguridad.
"Muchas gracias, realmente lo necesito", lo dijo acercándose a mi. Su piel era tan suave y a la vez tan fría que quería que durara ese momento por siempre.
"No sé si sea pertinente pero debo preguntar, ¿qué haces aquí, tan sola?"
"Mi padrastro me corrió en la tarde, no tengo a donde ir".

Esperen amigos, no me aproveché de ella. Fue una situación tan tierna, tan bella. La invité con el Güero, aunque me sableó lo que le debía. Platicamos y reímos, el brillo de sus ojos iluminaba mi vida. Terminábamos de cenar y le pregunté que qué haría. Su silencio me respondió. El Güero interrumpió:

"Que vaya a tu casa, que duerma en tu cama y tú en el sofá", sugirió.
"No quiero aprovecharme de la situación", comenté.
"Entonces, ¿no se puede?", con una voz muy tierna preguntó.
"Claro que se puede", sonreí, "buenas Güero" y me despedí.

Llegamos, la dejé en mi cama y profundamente se durmió, una leve sonrisa en su rostro me tranquilizó para dormir. Al despertar creí que había sido un sueño porque al ir a mi cama, la cual estaba tendida, me hizo creer que lo fue. Me arreglé para ir a trabajar y observé una carta junto a la almohada. La tomé y la leí en dos patadas, no se desesperen, aquí la traigo, dejen la leo:

"Muchas gracias por todo, lo necesitaba, no sé qué hubiera hecho sin ti. Ahora debo ir a resolver mis problemas, pero te volveré a ver, lo prometo. Un beso. Adry".

Ahora el Güero me tiene cada noche en su puesto, aunque no pida nada, porque esperamos que me vuelva a buscar, y desde entonces me dice, "¿cuántos tacos de ilusión vas a querer?", le contesto, "dos, y dos de suadero y si se puede, una explosión".