martes, 18 de octubre de 2011

Un día nublado

Esta es la historia de un hombre que no debería contar, no porque sea peligroso sino por el dolor que expresa. Él nunca conoció la felicidad, ni tuvo amigos, murió solo y sin preocupaciones, tampoco tenía alguien a quién dejarle sus pertenencias, las que acumuló sin límites.

Brillante como estudiante, solitario en cuanto a familia, aprendió a vivir día a día, minuto a minuto; no podía darse el lujo de ser abandonado nuevamente, de pasar hambre, frío, enfermedades, sin importarle el mundo social.

Preocupado siempre por el qué dirán, se aisló de las personas que lo vieron crecer, sonreír, llorar. Convencido que todos querían destruirlo, lentamente dejó de brillar. Cuando era joven, un día, lejos de casa, conoció a una mujer. Pasaron horas platicando y riendo. Como comenzó a pasar con su vida, el brillo del sol fue desapareciendo por las nubes. Se despidió de ella. No le preguntó su nombre, edad, dirección, nada, no le interesaba volver a verla. ¿Para qué? Eso se preguntó hasta el día de su muerte.

¿Amigos? Nunca los tuvo, no porque ellos no lo buscaran, al contrario, no le interesaban. En alguna ocasión, tuvo uno, con quien salió de viaje en alguna ocasión. Era menor que él, perspicaz, inteligente, observador, codicioso, hipócrita, interesado, mentiroso, en fin, alguien que no le dejaba confiar en él, ni en nadie más. ¿Para qué?

¿Alcohol? ¿Drogas? ¿Mujeres? Lo probó todo, con exceso y en forma desmedida, durante un corto periodo de tiempo. Nunca lo llenaron, él buscaba algo más allá del placer momentáneo.

Siempre tuvo lo que quería, en el momento que lo necesitaba, no tenía límites. Sin embargo, eso mismo lo dejó en el olvido, miserable por dentro, rico por fuera. En la ciudad era alguien conocido, respetado por la élite social, a pesar de nunca presentarse en las fiestas, reuniones, eventos. ¿Para qué?

El día de su muerte fue como un día cualquiera, saludable desde que despertó. A medio día estaba rodeado de empresarios famosos, con los proyectos más importantes del país, satisfecho intelectualmente, ya que nadie se comparaba con él. Al salir de su oficina se encontró a alguien conocido, sin embargo no reconoció quién era. Una mujer llegó, abandonando a aquel conocido. "Este es tu fin, debes saberlo, no es una amenaza, es una advertencia", le dijo y siguió de frente.

En seguida un señor llegó frente a él, a unos metros de distancia. "¿Te acuerdas de mi?", le gritó. Nuestro personaje negó con la cabeza. "Fuimos a un viaje juntos, ¿tienes alguna idea?". Segundos después, el sospechoso sacó una pistola del costado y con sangre fría disparó tres balazos que atravesaron copiosamente el pecho del señor y cayó muerto inmediatamente. Cuatro horas después un señor de intendencia lo encontró y lo reportó.

El día de hoy es un día nublado, su funeral se efectúa. Solo su abogado atendió, por si alguien iba reclamando alguna deuda, cosa que no sucedió. Tal vez se pregunten cómo sé estos detalles si ya vimos que el hombre no tuvo alguien a su lado, pues es sencilla esa respuesta. Ese hombre, soy yo.