domingo, 10 de julio de 2011

¡Espera!

Llegué tarde al centro de noticias. Todo era un caos ya que nos habíamos quedado sin luz desde varias horas atrás. El director estaba muy tenso, bueno, en realidad todos lo estaban. Nos llamaron a junta a los principales reporteros, no podíamos dejar de investigar por qué nos habíamos quedado sin el suministro. Entré junto a mi mejor amigo, Ricardo, mientras esperábamos, charlamos, como es nuestra costumbre.

“¿Ya viste a la chica nueva?” – Preguntó.

“No, llegué tarde, ni siquiera estaba enterado que existía.”

“Existe y es muy bonita, ya la vi hace rato y preguntó por ti. El señor Villa dijo que será tu asistente pero por ahí me dijeron que hizo lo posible para estar contigo”. Esto último lo dijo en tono de burla. “A ver si así por fin sales ya que nadie me quiso comprar boletos”. Añadió inmediatamente.

“¿Boletos? Espera, espera, espera, no me distraigas ¿quiere trabajar conmigo?” Reaccioné.

“No solo quiere, va a trabajar contigo y sí, los boletos son para tu rifa”. Terminó con una fuerte carcajada.

“Yo no necesito asistentes, algo pasa que no congeniamos”.

“Pero dicen que…” El jefe interrumpió y entramos a una tediosa y larga junta. Debo admitir que estaba ansioso por conocerla, por el simple hecho que buscó trabajar conmigo. Saliendo de junta vi al final del pasillo una chica que no podía identificar, Ricardo me dio un codazo indicando que era ella. Nos acercamos y justo antes de presentarnos hubo un click con nuestras miradas. Jamás había visto unos ojos negros tan brillantes y hermosos como los de ella. Sonrió tierna y coquetamente.

“Hola, soy tu nueva asistente, me llamo…”. La callé con un beso, no sé por qué lo hice, pero algo me dijo que debía hacerlo y después de besarla le dije, “no entremos en detalles ahora, ya tendremos tiempo, además debo, que diga, debemos ir a cubrir la nota a unas cuadras de aquí”, y la tomé de la mano sin saber por qué, pero no me importaba. Caminamos hasta llegar a unos edificios descuidados, como si un huracán hubiera pasado por ahí.

Mientras caminábamos tenía una extraña sensación, por una parte, en el sentido profesional sabía que no debía salir con alguien del trabajo y mucho menos con quien sería mi asistente (y en el sentido estricto ya lo era), pero por el otro ella me brindaba la paz y alegría que llevaba años buscando, me sentía bien con ella, como si hubiéramos estado mucho tiempo juntos.

Tomé unas cuantas fotografías pero no había indicio alguno que alguien supiera del suceso así que regresamos a la oficina. Despreocupadamente nos sentamos en las escaleras, sin hablarnos más que con la mirada, las caricias y algún beso esporádico. Cuando menos lo esperaba se levantó y caminó hacia la salida,

“¡Espera! ¿A dónde vas?”. Grité desesperadamente.

“Lejos de ti, sé que seríamos felices juntos pero aún no es el tiempo”. Contestó mientras una lágrima recorría su mejilla.

“Pero no sé ni tu nombre, además, ¿cuándo te volveré a ver?”

“Eso lo decides tú, tal vez cuando vuelvas a soñar”. Sonó mi celular, desperté. Era Ricardo, contesté y me dijo:

“Te tengo dos noticias, pero debes venir rápido a la oficina.”

“Dame un adelanto”.

“No debería pero bueno, dicen los de seguridad que desde anoche estamos sin luz y debemos investigar eso, además el señor Villa mencionó que tendrías una nueva asistente, te daría más detalles pero debo hablar con él, hasta al rato”.