Pensamientos de Gigio
sábado, 23 de septiembre de 2017
Yo no soy un héroe, ellos sí
miércoles, 9 de septiembre de 2015
El restaurante
Cuando sonó el teléfono aún no había amanecido. Era su número, pero no su voz. Después de que la persona que habló lo repitió un par de veces me di cuenta de lo que había pasado. Comencé a llorar, no podía creer lo que había sucedido. La voz dijo que se fue muy rápido, que probablemente no sintió nada. Tal vez me intentaba sentir mejor (o menos mal), o tal vez decía la verdad. Me vestí y salí.
Mientras iba en camino pensaba en la última vez que la vi. No la pude abrazar, no le dije que la amaba. ¿Lo sabía cuando murió? ¿Cuando me vio por última vez a los ojos, qué me quiso decir? No lo sé. Ni siquiera me despedí. Estaba muy enojado, mi orgullo no me dejó hablar con ella. No le dije que lo sentía. Ahora todo eso se quedará en un recuerdo que me perseguirá en mis sueños.
Llegué al funeral. Intenté no llorar, intenté no demostrar la culpa que me carcomía. Jamás había tardado tanto en un trayecto tan corto, no quería llegar, pero tampoco podía quedarme sin verla una vez más. Estaba tan fría, tan pálida, como jamás imaginé verla. Comencé a murmurar, cuando pronuncié "si tan solo me hubiera tragado el orgullo" no pude más. No soporté más y comencé a llorar. Para mí no había nadie más en la habitación, pero todos estaban para mí.
viernes, 31 de julio de 2015
No es lo mismo
Era una noche cualquiera en el departamento de Karla. Estaba esperando a que su pareja llegara a cenar. No había salido en toda la semana, no porque no quisiera, sino porque lo tenía prohibido. No tenía llaves de su propia casa, era esclava en una vida de lujos que no podía disfrutar.
Finalmente llegó Jacob, su pareja, aventando su saco a la silla más cercana. Viéndola tan solo un instante le gritó:
- ¿Cómo es posible que todavía no estés arreglada? Tenemos una cena con Gonzalo y su esposa en un par de horas, sabes que es muy importante causar una buena impresión para que apoyen mi proyecto.
- No me dijiste nada y además no pude arreglar el zapato al que se le rompió el tacón – contestó conteniendo el llanto.
- Pues ponte otros, ya te he comprado bastantes como para que salgas con eso.
- Es que no entiendes cómo me siento, no puedo hacer nada por mí misma – soltó a llorar.
- ¡Eres una malagradecida! ¡Después de todo lo que hice por ti! ¡Después de haberte sacado de la miseria en la que vives ahora vienes a reclamarme! ¡Hace un mes te llevé a la playa al hotel más lujoso y ahora no puedes ponerte ni un par de zapatos!
- Pero no es lo mismo…
Karla no pudo alcanzar a contestar. Jacob la tomó por el cuello y la estrelló contra la pared. Mientras le rompía la blusa de un tirón, volvió a gritarle, estando a unos milímetros de su rostro.
- ¿Cómo que no es lo mismo? Las cosas se hacen como yo digo, como yo quiero y cuando yo quiero. Así que arréglate, que ya estoy cansado de ti. Mañana te vas de esta casa pero hoy seguirás siendo mía.
Jacob la empujó. Karla, con una mirada de impotencia, lágrimas de rabia y la voz sin poder encontrar un camino de salida, se arrastró hacia la habitación. Jacob se sentó, dándole la espalda.
Sin pensarlo, ella tomó lo primero que encontró a la mano, un jarrón de porcelana, y se lo aventó a la cabeza. Jacob cayó inmediatamente después del impacto. Karla, con más ira que preocupación, corrió a ver qué había ocurrido, vio que estaba inconsciente. Tenía que tomar una decisión y pronto.
No lo dudó. Corrió a la cocina y tomó un sartén. Golpeó una y otra vez a Jacob por todo el cuerpo hasta que ya que la adrenalina dejó de surtir efecto y el cansancio no le permitió levantar los brazos una vez más. Después lloró. No por la pérdida sino por el alivio que representaba el ya no volver a cargar con una persona que le hizo tanto daño, durante tanto tiempo y solo ella sabía lo que en realidad pasaba en la relación.
sábado, 28 de febrero de 2015
Paz interior, bienvenida
domingo, 29 de junio de 2014
Sin sentimientos
viernes, 11 de enero de 2013
¿Quién es él?
—¡¿Quién es él?! —Pregunté enfurecido. — ¡Contesta!
— ¿Por qué lo hiciste? — Pregunté con muchos esfuerzos. — Espero que sean muy felices.
Cuando desperté estaba en un hospital, con el brazo inmovilizado. El doctor me dijo que tenía suerte, pero más suerte fue el que ella tuviera tan buena puntería y no me hubiera querido matar. Le pregunté si sabía en donde estaba y contestó que se fue después que le dijeron que estaba fuera de peligro.
De esta forma termina la historia de cómo fui víctima de mis celos, de mis delirios y mi ira descontrolada. Lo peor de todo, disfruté tener el control de la situación y no fue la última vez que lo hice.
jueves, 18 de octubre de 2012
Ya no puedo más
Cuando crees que vas a quedarte estancado, que no vas a dar un paso más, que todo lo que habías planeado se derrumba, siempre llega una nueva oportunidad.
Cuando te expones y dejas descubiertos todos tus temores, en ese instante en que tus más obscuros pensamientos se mezclan con tus anhelos, comienza una lucha interna en la que el dolor es placentero.
Es por eso que el desánimo a veces es más fuerte que cualquier lucha. El tirar la toalla te acerca a las personas en las que puedes confiar, aunque sea un segundo nada más. El llanto de dolor y resentimiento se transforma en uno de agradecimiento y te acuerdas de aquel que siempre confió en ti.
Reconocer que ya no puedes más no es símbolo de debilidad, al contrario, te recuerda lo insignificante que eres y que no hay prueba alguna que no puedas superar.
martes, 9 de octubre de 2012
28 legados de John Lennon
martes, 18 de octubre de 2011
Un día nublado
domingo, 10 de julio de 2011
¡Espera!
Llegué tarde al centro de noticias. Todo era un caos ya que nos habíamos quedado sin luz desde varias horas atrás. El director estaba muy tenso, bueno, en realidad todos lo estaban. Nos llamaron a junta a los principales reporteros, no podíamos dejar de investigar por qué nos habíamos quedado sin el suministro. Entré junto a mi mejor amigo, Ricardo, mientras esperábamos, charlamos, como es nuestra costumbre.
“¿Ya viste a la chica nueva?” – Preguntó.
“No, llegué tarde, ni siquiera estaba enterado que existía.”
“Existe y es muy bonita, ya la vi hace rato y preguntó por ti. El señor Villa dijo que será tu asistente pero por ahí me dijeron que hizo lo posible para estar contigo”. Esto último lo dijo en tono de burla. “A ver si así por fin sales ya que nadie me quiso comprar boletos”. Añadió inmediatamente.
“¿Boletos? Espera, espera, espera, no me distraigas ¿quiere trabajar conmigo?” Reaccioné.
“No solo quiere, va a trabajar contigo y sí, los boletos son para tu rifa”. Terminó con una fuerte carcajada.
“Yo no necesito asistentes, algo pasa que no congeniamos”.
“Pero dicen que…” El jefe interrumpió y entramos a una tediosa y larga junta. Debo admitir que estaba ansioso por conocerla, por el simple hecho que buscó trabajar conmigo. Saliendo de junta vi al final del pasillo una chica que no podía identificar, Ricardo me dio un codazo indicando que era ella. Nos acercamos y justo antes de presentarnos hubo un click con nuestras miradas. Jamás había visto unos ojos negros tan brillantes y hermosos como los de ella. Sonrió tierna y coquetamente.
“Hola, soy tu nueva asistente, me llamo…”. La callé con un beso, no sé por qué lo hice, pero algo me dijo que debía hacerlo y después de besarla le dije, “no entremos en detalles ahora, ya tendremos tiempo, además debo, que diga, debemos ir a cubrir la nota a unas cuadras de aquí”, y la tomé de la mano sin saber por qué, pero no me importaba. Caminamos hasta llegar a unos edificios descuidados, como si un huracán hubiera pasado por ahí.
Mientras caminábamos tenía una extraña sensación, por una parte, en el sentido profesional sabía que no debía salir con alguien del trabajo y mucho menos con quien sería mi asistente (y en el sentido estricto ya lo era), pero por el otro ella me brindaba la paz y alegría que llevaba años buscando, me sentía bien con ella, como si hubiéramos estado mucho tiempo juntos.
Tomé unas cuantas fotografías pero no había indicio alguno que alguien supiera del suceso así que regresamos a la oficina. Despreocupadamente nos sentamos en las escaleras, sin hablarnos más que con la mirada, las caricias y algún beso esporádico. Cuando menos lo esperaba se levantó y caminó hacia la salida,
“¡Espera! ¿A dónde vas?”. Grité desesperadamente.
“Lejos de ti, sé que seríamos felices juntos pero aún no es el tiempo”. Contestó mientras una lágrima recorría su mejilla.
“Pero no sé ni tu nombre, además, ¿cuándo te volveré a ver?”
“Eso lo decides tú, tal vez cuando vuelvas a soñar”. Sonó mi celular, desperté. Era Ricardo, contesté y me dijo:
“Te tengo dos noticias, pero debes venir rápido a la oficina.”
“Dame un adelanto”.
“No debería pero bueno, dicen los de seguridad que desde anoche estamos sin luz y debemos investigar eso, además el señor Villa mencionó que tendrías una nueva asistente, te daría más detalles pero debo hablar con él, hasta al rato”.