sábado, 23 de septiembre de 2017

Yo no soy un héroe, ellos sí

Dicen que en un desastre natural se conoce la verdadera naturaleza del hombre, bueno, no sé si en realidad digan eso, pero si no, alguien debería decirlo.

Desde el momento en el que vi la destrucción que tuvo el terremoto tenía sentimientos encontrados, por una parte tenía muchas ganas de ayudar y al mismo tiempo tenía miedo de no poder hacer bien las cosas. Este viernes mi hermano me dijo que iría con unos amigos a uno de los edificios colapsados y me dije a mí mismo que fuera, de cualquier forma era mi deber como psicólogo y victimólogo asistir.

Minutos antes de salir me dio un arrepentimiento y estuve a nada de no ir, pero cuando me dijo mi hermano "Gigio, ¿ya tienes todo listo?", le dije que no, agarré un suéter, un impermeable y salí.

Llegamos a casa de una amiga, ella tenía todo el equipo para cuatro personas (eran cuatro contando a mi hermano) y como "iba como psicólogo" no lo necesitaba. Primero fuimos hacia la Condesa y vimos que no necesitaban ayuda, luego íbamos a ir hacia Morelos, me dijeron que no fuera porque estaban asaltando y una amiga de allá me comentó que no habían reportes de ello. Como víctimas de la desinformación, nos dirigimos hacia Emiliano Zapata y División del Norte.

Cuando nos estacionamos, parecía que no había nada, ni nadie. Conforme nos acercamos al lugar del desastre empezamos a ver gente, las señoras nos ofrecían tortas, cafés, dulces. Nosotros declinábamos y el sentir era el mismo: Nos tratan como héroes, apenas vamos llegando.

Nos formamos en una fila de tal vez unas 200 personas que iban como voluntarios. Mientras esperábamos nos seguían ofreciendo víveres y cubrebocas. Eran las 9:15 cuando le avisé a mi familia que estaba ahí. Nos tatuamos el nombre, teléfono de emergencia y el tipo de sangre en el brazo. De repente, uno de mis amigos llegó con otros dos y nos llamaron a la primera fila, influyó que llevaban equipo completo, porque yo me tuve que quedar un poco atrás. Dos de mis amigos pasaron inmediatamente y los llevaron directamente a la siguiente zona, la cual contaré en breve. No sé cómo ni por qué, fuimos de los primeros en pasar, a un grupo de 30 personas, habían dicho que pasaran 25 y luego que 30, yo era de esos últimos cinco. Luego empezaron a llamar a los que llevaban cascos, botas y guantes.

La primera instrucción que nos dieron fue que apagáramos los teléfonos, la razón no la entendí bien, pero creo que tenía que ver con todos los rumores que surgen en esos sitios. Luego, un tipo, de unos 30-35 años, con sudadera roja y barba tupida, seleccionaba al personal, pasaba entre todos, nos veía a los ojos y los iba llamando uno por uno. En medio de esta selección, salió una ambulancia, encendió la sirena y, entre aplausos, pisó el acelerador a fondo en División del Norte con dirección al norte. El seleccionador iba llamando hombres y mujeres por igual y, una vez más, no sé por qué, me miró a los ojos, los cuales estoy seguro que tenían un resplandor que decía "no me llames" y a la vez "quiero ayudar, a eso vine". Fui el último de ese pelotón en ser seleccionado. En este punto hubieron dos situaciones que quiero enfatizar.

El seleccionador preguntó que quién era menor de edad, un chavito levantó la mano y más o menos así fue la conversación, con un tono firme y a la vez compasivo:
-Mira, no puedo dejar que pases, pero valoro tu deseo por ayudar. Necesitan gente en el albergue, ahí nos puedes echar una mano.
-Pero en verdad, yo quiero ayudar. Yo me hago responsable.
-No queremos que te pase nada, es por lo que no puedo dejarte pasar. Con tus ganas de estar aquí, estás haciendo mucho por México.
Después gritó y dijo "démosle un aplauso, que siendo menor de edad, está siendo un ejemplo para todos de solidaridad".

El otro caso fue de un policía, mi hermano habló con él, con la simple e inocente pregunta de "¿Cuánto tiempo lleva aquí?". El poli dijo que estuvo desde antes de que empezara todo, porque le tocaba estar a un par de cuadras y rápidamente lo llamaron al edificio. Después fue a ver lo del tren del metro que se descarriló y más tarde lo regresarón a Petén y Zapata. Le comentaba a mi hermano que él vive en Texcoco, que apenas ha ido un par de veces a su casa a dormir unas tres o cuatro horas, pero que le tocan turnos de 27 a 30 horas.

Otra vez nos tocó esperar a que nos pasaran, mientras estábamos ahí, un grupo de unas 20 personas salieron entre aplausos, llevando a un perro negro, como labrador, en brazos. El can estaba asustado. Nosotros estábamos conmovidos.

Nos pasaron al siguiente punto, en donde nos entregaban equipo (casco y guantes). Mis guantes no tenían dedos y cuando le dije al que los estaba repartiendo, me dijo que no importaba, que había gente que así los quería. Me hubiera puesto más firme, pero la verdad, estaba asustado, no sabía qué había más adelante.

Luego fuimos a que nos pusieran la vacuna antitetánica. Tal vez esta fue la parte más desorganizada de todas, porque uno tomaba tu nombre, y dos vacunaban, pero solo a los que ya estuvieran listos. De ahí ya nos fuimos al edificio, o los escombros que habían en su lugar. Nos formaron en dos filas y nos dijeron que esperáramos nuestro turno. En ese momento, la gente con la que iba ya se había disperso.

Mientras esperaba, unos sujetos que estaban al lado de mí, bromeaban constantemente y lo importante que dijeron es que eran poco más de las 11 de la noche. Desde el edificio hasta el camión de escombros, el cual estaba como a tres casas de distancia, habían cuatro filas, aproximadamente con unos 100 voluntarios cada una. En tres líneas pasaban escombros de mano en mano, en la otra, conformada por mujeres, regresaban las cubetas vacías. De repente salía mucha basura, luego podían pasar minutos de completa inactividad. También habían unas personas que cargaban y caminaban con escombros grandes (pedazos de concreto, varillas, etc.). En la línea que me tocó casi no había movimiento y pensaba "mejor me voy a mi casa, descanso y mañana me voy a Morelos. Aquí me siento como un completo inútil". En algún momento, la gente que estaba en el camión empezó a cantar el Cielito Lindo, pero no tuvo éxito. Después intentó con La Bamba y los que estábamos en las líneas acompañamos con las palmas, hasta que el que cantaba demostró que no se sabía la canción y se llevó el abucheo del respetable.

Después de como una hora nos pidieron que nos retiráramos de la zona. Explico rápido: Es una avenida con camellón, en el lado del edificio es en donde estaba la cadena humana sacando el escombro. Del otro lado estaban los servicios médicos, el almacén de herramienta, los que tenían agua y comida y el resto del equipo de logística. Entonces, pasamos a esa parte del camellón. Me encontré a mi hermano, luego a mi amiga, luego a mis otros dos amigos, todo esto en un par de minutos. Me dijeron que el albergue estaba a dos cuadras y que ahí hay servicio psicológico. Mi amiga y yo nos fuimos en esa dirección, porque a ella le tocaba mover cubetas vacías y sí, también se sentía inútil.

Hablé con mi hermano, quien estaba prácticamente afuera del edificio. Me dijo que habían sacado un horno eléctrico y que alguien preguntó que si eso era una impresora y ante la negativa, dijo: "Mi hombre está abajo de una impresora". Sí, a mí también se me movió el corazón.

Llegamos al albergue y les dijimos que queríamos ayudar, le dije que soy psicólogo y me dijo "por el momento tenemos gente, el relevo es a las 8. Puedes irte a dormir y volver al rato", pero no era para lo que había ido. En el albergue y camino a él, la gente nos seguía tratando como héroes, nos ofrecían café, comida, servicio de fisioterapia. 

Nos sentamos, comimos un sándwich, de esos que saben a amor, tomamos un jugo y nos distrajimos, platicando sobre o que habíamos visto. Fue en este momento en el que se me ocurrió ver en Google Maps cómo era el edificio antes de que colapsara. La imagen fue impactante. De un edificio de siete pisos, quedaba no más de dos de escombros. Luego llegaron mis amigos, comieron y volvimos a la acción.

No sé cómo uno de mis amigos se metió a la parte de logística y, lo lógico, nos llevó a todos al equipo. Fue cuando me empecé a sentir útil, ya que es algo que me gusta y tengo algo de experiencia. Les ayudábamos a pedir las cosas que se necesitaban, desde cubrebocas hasta diesel. Me fui al almacén para ver qué les podíamos conseguir y me dijeron, entre tantas cosas, que habían llegado barriles de diesel, pero no tenían cómo llenar los botes. Rápido (ni tanto como hubiera querido), conseguí una botella de dos litros de agua, tal vez me tomé la mitad, e hice con ella un embudo. Creo que sí ayudó.

Aquí me enteré que eran los civiles quienes organizan todo. Los militares y policías obedecen, aunque todo se les dice con respeto a lo que representan. De hecho, se les reconoce muchísimo su labor, principalmente de los de verde, que están al borde de la acción y llevan mucho tiempo sin descanso. Nosotros, en cambio, podríamos estar unos minutos con el escombro y descansar tres horas, aunque nadie quería reconocer que estuviera cansado tras varias horas de acción.

Conocí a una señora de unos 50 años y en ese momento era la encargada del almacén. Ella ha estado ahí desde el primer día, al parecer es de la zona. Entraban y salían instrumentos, equipo de protección y ella nunca dejó de sonreír. Se fue como a las 4:30 y dijo "nos vemos mañana". Estoy seguro que ella está ahí.

El que coordinaba con centros de acopio y otros sitios de desastre lo que hacía falta y lo que teníamos de excedente es un tipo como de unos 35 años, siempre con el teléfono en la mano, escuchando los mensajes de radio y a la vez, con el 100% de atención a lo que le decíamos. Dice que trabaja por las mañanas y se va a ayudar en las noches. Que trabaja en un lugar de logística (por algo su experiencia y capacidad para hacerlo) y que se llevó a unos de sus trabajadores, los cuales se quejaban por las largas jornadas y les decía "En el trabajo, pasamos más de cinco días sin dormir. Vean esto como que vamos apenas a la mitad del trabajo". 

Otra de las funciones que tuve fue la de juntar material, equipo y medicamentos sobrantes para que se llevaran a Morelos. En el almacén hasta decían que se llevaran un poco más, con la consigna de no quedarse sin instrumentos, ellos apuntaron lo que donaban y después firmaron ambas partes. La verdad es que la gente donó muchísimo, por ejemplo, estoy seguro que si digo que habían 200 palas, me quedo corto. En cambio, para que les entregaran el material de medicina, les hicieron contar todo dos veces y cuando estaban viendo los medicamentos que se iban a llevar, el del DIF dijo "tengo que grabar lo que se están llevando y que apunten qué se llevan porque tengo que entregarle cuentas al DIF de lo que estamos donando". Una señora, que también coordinaba se enojó y dijo "ustedes no están donando nada, es el pueblo el que lo está dando", el tipo dijo que era una forma de decir y el ambiente se tensó a tal punto que de haber tenido una navaja de las que tanto pedimos, se hubiera cortado fácilmente. Afortunadamente sirvió para que se pudieran llevar medicamentos de todo tipo, aunque siento que no fue suficiente. Firmaron, dejaron teléfonos de contacto y les acompañé a que guardaran todo en las camionetas, esperando que llegue todo a su destino.

De ahí me fui un rato a la entrada principal, sobre División del Norte, en donde veía como seguían llegando voluntarios, era alrededor de las 4 de la madrugada, y los que se iban lo hacían con una sonrisa de oreja a oreja. Todavía habían señoras ofreciendo café y pan a todo el que se encontraran. Dicen que entre todo lo que repartían en la entrada, daban tortas de mole y hasta birria. De haber sabido cambiaba mi sandwich.

Volví al almacén, aquí fue cuando se fue la señora y dejó a dos jóvenes como de 28 años como encargados y preparamos otra donación que se iba a Puebla. También nos pidieron los rescatistas una pala de jardinería, pero entre tanta pala, de tantos tamaños y formas diferentes, no encontramos la que necesitaban. Cuando terminamos de entregarlo, llamaron a todos los voluntarios frente al edificio y dijeron que tomaran una hora de descanso, porque los rescatistas iban a hacer movimientos peligrosos, pero en menos de media hora ya estaban quitando escombro, una vez más.


Nos juntamos mi grupo de cinco integrantes y fuimos al albergue a, bueno, eso no quieren saber. Aprovechando que estaba toda la gente ahí, una señora grillera (creo que es la forma de decirle) empezó a gritar que hablan granaderos amedrentando a los civiles en otros lugares, que el ejército ya no iba a seguir con la búsqueda de cuerpos. La empezaron a confrontar otras personas, pidiéndole su nombre y fuentes, ella se negó. El ambiente fue aún más tenso que con el del DIF. Nosotros mejor nos fuimos, ya llevábamos poco más de 8 horas ahí, quedando en todos un sabor amargo, pero mientras estábamos en camino a casa, las buenas obras que apreciamos nos hicieron ver que todo valía la pena.

Después de haber vivido esta experiencia es momento de reconocer la labor titánica de tanta gente, militares, civiles, policías, que con su granito de arena han ayudado ante esta situación. Gente que ha trabajado más de 20 horas sin parar, las señoras que desde que vas llegando te ofrecen un cafecito, la gente del albergue que siempre te sonríe, los que han donado todo su esfuerzo para coordinar. A todos ellos, gracias por hacer algo que no les corresponde, por velar por la seguridad de los que más lo necesitan, por asegurarse que nadie salga lastimado, por darle aliento al que está cansado y por animar al que va llegando, por los que se juegan la vida enmedio de los escombros. A todos ellos, muchas gracias, gracias por ser los héroes que México necesita.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El restaurante

Estábamos en un restaurante, sin un motivo en especial. Miradas, risas, besos. ¿Qué más podía pedir? ¿Qué más podía esperar? Terminamos la cena y pedimos un poco de vino. Seguían las risas hasta que ella derramó su copa sobre mi traje. Me levanté enojado, ¡lo había arruinado! Ella tomó sus cosas y las llaves del auto, salió corriendo y llorando. Le grité a los que estaban alrededor que ya había acabado el show y me senté. Una vez que se me pasó el coraje salí y tomé un taxi a la casa, ella no estaba ahí. Pero ya era muy tarde para pensar a dónde iría y me fui a dormir.

Cuando sonó el teléfono aún no había amanecido. Era su número, pero no su voz. Después de que la persona que habló lo repitió un par de veces me di cuenta de lo que había pasado. Comencé a llorar, no podía creer lo que había sucedido. La voz dijo que se fue muy rápido, que probablemente no sintió nada. Tal vez me intentaba sentir mejor (o menos mal), o tal vez decía la verdad. Me vestí y salí.

Mientras iba en camino pensaba en la última vez que la vi. No la pude abrazar, no le dije que la amaba. ¿Lo sabía cuando murió? ¿Cuando me vio por última vez a los ojos, qué me quiso decir? No lo sé. Ni siquiera me despedí. Estaba muy enojado, mi orgullo no me dejó hablar con ella. No le dije que lo sentía. Ahora todo eso se quedará en un recuerdo que me perseguirá en mis sueños.

Llegué al funeral. Intenté no llorar, intenté no demostrar la culpa que me carcomía. Jamás había tardado tanto en un trayecto tan corto, no quería llegar, pero tampoco podía quedarme sin verla una vez más. Estaba tan fría, tan pálida, como jamás imaginé verla. Comencé a murmurar, cuando pronuncié "si tan solo me hubiera tragado el orgullo" no pude más. No soporté más y comencé a llorar. Para mí no había nadie más en la habitación, pero todos estaban para mí.

viernes, 31 de julio de 2015

No es lo mismo


Era una noche cualquiera en el departamento de Karla. Estaba esperando a que su pareja llegara a cenar. No había salido en toda la semana, no porque no quisiera, sino porque lo tenía prohibido. No tenía llaves de su propia casa, era esclava en una vida de lujos que no podía disfrutar.

Finalmente llegó Jacob, su pareja, aventando su saco a la silla más cercana. Viéndola tan solo un instante le gritó:

- ¿Cómo es posible que todavía no estés arreglada? Tenemos una cena con Gonzalo y su esposa en un par de horas, sabes que es muy importante causar una buena impresión para que apoyen mi proyecto.

- No me dijiste nada y además no pude arreglar el zapato al que se le rompió el tacón – contestó conteniendo el llanto.

- Pues ponte otros, ya te he comprado bastantes como para que salgas con eso.

- Es que no entiendes cómo me siento, no puedo hacer nada por mí misma – soltó a llorar.

- ¡Eres una malagradecida! ¡Después de todo lo que hice por ti! ¡Después de haberte sacado de la miseria en la que vives ahora vienes a reclamarme! ¡Hace un mes te llevé a la playa al hotel más lujoso y ahora no puedes ponerte ni un par de zapatos!

- Pero no es lo mismo…

Karla no pudo alcanzar a contestar. Jacob la tomó por el cuello y la estrelló contra la pared. Mientras le rompía la blusa de un tirón, volvió a gritarle, estando a unos milímetros de su rostro.

- ¿Cómo que no es lo mismo? Las cosas se hacen como yo digo, como yo quiero y cuando yo quiero. Así que arréglate, que ya estoy cansado de ti. Mañana te vas de esta casa pero hoy seguirás siendo mía.

Jacob la empujó. Karla, con una mirada de impotencia, lágrimas de rabia y la voz sin poder encontrar un camino de salida, se arrastró hacia la habitación. Jacob se sentó, dándole la espalda.

Sin pensarlo, ella tomó lo primero que encontró a la mano, un jarrón de porcelana, y se lo aventó a la cabeza. Jacob cayó inmediatamente después del impacto. Karla, con más ira que preocupación, corrió a ver qué había ocurrido, vio que estaba inconsciente. Tenía que tomar una decisión y pronto.

No lo dudó. Corrió a la cocina y tomó un sartén. Golpeó una y otra vez a Jacob por todo el cuerpo hasta que ya que la adrenalina dejó de surtir efecto y el cansancio no le permitió levantar los brazos una vez más. Después lloró. No por la pérdida sino por el alivio que representaba el ya no volver a cargar con una persona que le hizo tanto daño, durante tanto tiempo y solo ella sabía lo que en realidad pasaba en la relación.

sábado, 28 de febrero de 2015

Paz interior, bienvenida

Esta entrada es difícil de escribir para mí porque trato de temas personales que me han obsesionado durante el último año. No sé si la palabra "obsesionado" sea la más adecuada para describirlo pero creo que poco a poco irán leyendo argumentos que les ayudarán a tener una idea de por qué lo dije.

Empezaré contándoles de un sueño que tuve hace apenas un par de semanas. Por muchos años hemos imaginado cómo sería poder viajar al pasado y poder cambiar los errores o revivir los aciertos que hemos cometido. 
En ese sueño, no recuerdo por qué, regresaba a mi cuerpo de adolescente (calculo que tenía unos 14 años) pero con la experiencia que tengo actualmente. Yo estaba consciente de lo que pasaba en el transcurso del tiempo si saludaba a alguna persona, entonces entraba al autobús de la escuela (raro porque nunca fui en uno) y veía a una amiga de la Universidad. Entonces tenía que tomar la decisión si le hablaba como cuando la conocí y en el futuro mantendría la amistad o, simplemente, la ignoraba y nunca nos volveríamos a hablar como ocurrió. Y así pasaba con cada decisión que tomaba con las personas a mi alrededor. Pero todo eso conllevaba a tomar aún más decisiones y a cómo se vería reflejada mi vida de adulto.
Desperté con mucha incertidumbre, reclamándome a mí mismo por qué había dudado de mis decisiones en el pasado, como si no estuviera seguro de lo que viví. Reflexionando, primero concluí que en realidad me arrepentía de lo que había hecho en el pasado, pero después me di cuenta que cuando uno decide hacer algo, no tienes la experiencia del futuro y todo lo que pasa es por primera vez.

Dejemos lo del sueño en pausa por un momento, mientras les relato lo que me pasó esta semana en mi experiencia en el gimnasio (espero no haberlos aburrido, porque falta mucho). Las personas más cercanas a mí saben que detesto ir al gimnasio porque es rutinario; preferiría ir a jugar futbol o algún deporte de equipo. Pero, por otra parte, sé que que tengo que mantenerme saludable y en el gimnasio tengo los medios para hacerlo. Entonces, mientras hacía mi rutina me di cuenta que si no me esforzaba no iba a avanzar y que, por mis condiciones físicas, me tengo que esforzar más que muchas personas. 
Fue entonces que recordé que a lo largo de la vida no me he esforzado como debería. No quiero parecer arrogante, pero en muchos aspectos de mi vida no me he esforzado como otras personas. En el lado opuesto de la balanza, pude ver que cuando algo requería algún esfuerzo me iba por el camino fácil y lo dejaba, llámese escuela, amigos, trabajo u ocio.
Pensé (porque aunque luego no parezca, sí lo hago): "¿Por qué no me esfuerzo?" e inmediatamente me contesté: "Porque el esfuerzo requiere de valor y en el proceso trae dolor". Y es cierto, cuando uno aprende a andar en bicicleta, se cae muchas veces - o eso dicen porque por el miedo a lastimarme nunca aprendí - y al caerse uno se lastima. Pero con el esfuerzo uno domina andar en bicicleta.
Ahora, el esfuerzo no nada más es en el gimnasio o la bicicleta. El esfuerzo llega a nosotros todos los días de nuestra vida. Y no nada más hay que esforzarse un ratito hasta que llegas al objetivo, sino que hay que esforzarse todo el tiempo, cada minuto, cada segundo. Porque uno cuando aprende a andar en bicicleta - vuelvo a suponer - cada vez que está pedaleando se tiene que esforzar en mantener el equilibrio, en acelerar, en frenar, en evitar chocar y esquivar los obstáculos. Todos los días mantenemos el equilibrio en búsqueda de nuestros objetivos, aceleramos o frenamos dependiendo las situaciones que se nos presenten, evitamos chocar contra nuestros defectos y esquivamos los obstáculos que aparecen en todo momento, sean ajenos o internos. En el momento en que el esfuerzo disminuye, todos los puntos que mencioné, se hacen presentes; nos debilitamos y caemos, a pesar de haber recorrido un largo camino.
Hay un punto que no quiero dejar olvidado, porque es algo que nos motiva a hacer o dejar de hacer muchas cosas: el miedo. Todos tenemos miedo, en mayor o menor medida, de las cosas, pero sobretodo, del futuro. El miedo podría ser como una piedra que tienes atada a tu tobillo; el tamaño depende de ti.

Una vez explicado todo el preámbulo, creo que es momento de llegar al grano de este texto: Hay que dejar ir a las personas para poder alcanzar la paz con uno mismo. Por más de un año hubo una persona que debía sacar de mi vida, pero me aferraba a ella, a pensar que si tan solo hubiera vivido esa época con la experiencia que tengo en este momento nunca se hubiera ido.
Pero todo eso había sido inútil y me mantenía anclado al pasado, teniendo el presente frente a mí y con el futuro esperándome en la costa. Mientras más me decían "tienes que dejar ir a la persona", más me encerraba en mi necedad de cambiar todo con solo mi experiencia. Cuando me decían "algún día te vas a dar cuenta de las cosas" era cuando más ayuda necesitaba, pero me bloqueaba esperando que alguien más resolviera las cosas por mí. Y no es así. 
Es uno quien se tiene que esforzar. Es uno quien tiene que luchar contra sí mismo, aunque duela, aunque tengamos miedo de lo que puede pasar. Y cuando parece que por más que te esfuerzas nunca vas a poder avanzar es porque todavía no quitas el ancla. Eso se debe porque uno no nace sabiendo dejar atrás a las personas que ya no pueden estar en nuestras vidas. Pero tampoco nacemos sabiendo cómo caminar, sumar, trigonometría analítica, hablar y tantas cosas que con el paso del tiempo y, lo más importante, con mucha práctica, aprende a hacer las cosas. Pero tal vez uno puede vivir sin saber trigonometría (bueno, muchas personas viven así), sin embargo, todos tendremos que despedirnos de alguien que fue valioso en nuestra vida. Eso duele. Pero como el dolor de la caída cuando aprendes a andar en bicicleta (sigo terco con este ejemplo), te levantarás algún día y si realmente quieres andar toda tu vida en la bicicleta, vas a intentar una y otra vez hasta que el esfuerzo habrá valido la pena. El dolor es pasajero, pero uno decide en qué esquina va a bajar o si lo vas a llevar de acompañante evitando que nadie más se pueda subir.
Llegará el momento en que de alguna forma volverás a ver a esa persona que te ancló y te darás cuenta que nada más era un estorbo emocional. Cuando yo me di cuenta de eso pensé "¿realmente esa persona era quien me hacía avanzar a dos kilómetros por hora cuando puedo ir a cien?", pero no lo digo de manera despectiva, sino porque como lo dije al inicio, estaba obsesionado con esa fantasía que había construido por mucho tiempo. Pero finalmente se disipó. Me liberé de la carga que yo mismo había llevado por mucho tiempo. Esa persona no hizo nada, esa persona no me obligó a mantener mi vínculo emocional con ella. Al contrario, me pedía que la dejara lo más pronto posible. Pero yo, por miedo, por inexperiencia, por tantas cosas, no quería. Y al no querer, me era imposible ver lo que sucedía en mi vida. Así es: ¡EN MI PROPIA VIDA!

En este momento siento más ligeros los hombros, la espalda relajada y el pecho limpio. También siento mucho haberlos aburrido con un texto que podría caer en la categoría de superación personal. Simplemente quería compartir esta reflexión y dejarla en un lugar para que cuando vuelva a cargar con un ancla, o con una piedra, o que no me quiera esforzar, lo pueda ver y recordar lo bien que me siento en este instante. Y como diría un príncipe muy conocido: Lo que un día no fue, no será.

domingo, 29 de junio de 2014

Sin sentimientos

Iba a escribir este texto en alguno de los portales en los que hablo de futbol, pero como es un tema personal decidí mejor usar mi propio espacio. Para los que me conocen saben que puedo desayunar, almorzar, comer, merendar y cenar futbol todos los días. Partidos de cualquier liga, cualquier división y cualquier género; todos esos los veo. Ahora con el Mundial, intento no perderme ni uno, pero entiendo que no puedo verlos todos.

Con los partidos de México algo extraño me sucedió: no me emocioné, alegré ni enojé en ninguno. La victoria contra Croacia y la derrota ante Holanda me dejaron igual después de terminar los partidos. Eso me preocupa. Gente a la que no le gusta el futbol se emocionó más (en ambos sentidos) que yo. Con esto me pregunto: ¿realmente me apasiona el futbol?

Hace unos años perdía el Atlas y pasaba un rato enojado, pero entendí que el futbol solo dura 90 minutos. A partir de entonces dejé todo durante el tiempo que está el balón rodando. Sí grito, me paro, aplaudo y cosas así durante el partido, pero termina y me desconecto. En ese momento pienso de otra forma el partido y analizo fríamente las decisiones: ¿fue gol o no? ¿Penal? ¿Bien expulsado? E incluso ya dejo el futbol hasta el siguiente partido.

Con estos partidos de México he tenido muchas dudas sobre mi afición. ¿Estoy mal al no haber llorado por la derrota? ¿Por qué otros sí y yo no? ¿Qué es festejar? No tengo respuestas para eso, tal vez las quisiera pero tampoco me urgen. Solo quiero estar tranquilo conmigo mismo.

viernes, 11 de enero de 2013

¿Quién es él?

Todavía estaba en la oficina, arreglaba mis cosas para ir a cenar con Claudia, mi novia. El estrés me carcomía y no podía dejar de pensar en la reservación que había hecho en un restaurante que costaba un poco más de lo que acostumbraba a pagar. Sonó el teléfono, era ella. Fue breve, muy breve:

— ¿Te molesta que antes de ir a cenar pase a casa de Paty por unas cosas que le compré?
— Para nada, tómate tu tiempo.

Le mentí, en realidad no quería que nada ni nadie estropeara ese momento que llevaba semanas planeando. Fue entonces cuando decidí anticiparme a sus movimientos, salí corriendo y me dirigí a donde ella trabajaba. Me estacioné a unos metros de donde deja su coche y la seguí. En un semáforo se subió con ella un hombre, más alto que yo, vestía un traje negro y la besó. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Estuve a nada de chocar después de la rabieta que hice y seguí la persecución.

Efectivamente, llegamos a casa de Paty y vi como se tomaban de la mano. En ese momento no lo soporté más, tomé la pistola que guardo en la guantera del coche y los embosqué. Recuerdo la cara llena de cinismo de aquel sujeto, del que nunca supe su nombre, lo que me hizo golpear una caseta telefónica con tal de que la cambiara. Los llevé a un parque cercano, sabía que a esa hora no pasaba gente cerca. Cuando por fin llegamos los confronté.

—¡¿Quién es él?! —Pregunté enfurecido. — ¡Contesta!
— ¿Él? No es nadie. Baja el arma, por favor. — Respondió Claudia, llena de lágrimas. Yo empezaba a temblar, no sé si de temor o de coraje por la situación en la que me encontraba. — Me estás asustando.
— ¡A mi no me engañas y mucho menos con él! ¿Crees que no vi cómo te saludó?
— ¿De qué hablas? No hay nadie aquí. ¿Por qué haces esto? — En ese momento el sujeto soltó una carcajada. No debió haberlo hecho. Disparé al suelo, cerca de él, pero ni se movió. — Solo venía a casa de Paty por un regalo que te compré.
— Sabía que tenía que seguirte, no me quedaba de otra. — El tipo volvió a reír. — ¡Cállate! ¡Cállate o te mato! Ya sé cómo le vamos a hacer. Tú — señalé a Claudia, — tú toma la pistola y dispárale a quien no quieras volver a ver.

Claudia tomó el arma pero no quería apuntar y mucho menos disparar. Le grité una y otra vez, mientras el otro le decía con ademanes que le disparara a él. Finalmente ella levantó el cañón y se escuchó el disparo. Inmediatamente yo estaba en el suelo, con un dolor como jamás había sentido, tanto en el hombro como dentro de mi.

— ¿Por qué lo hiciste? — Pregunté con muchos esfuerzos. — Espero que sean muy felices.
— ¿Con quién? Si solo estamos tú y yo.
— Está a tu lado, tocando tu hombro. Es alto, castaño, todo lo que mere... — Tosí y ya no pude terminar de hablar.
— Tienes razón, tuve que dispararte porque volverías a inventar cosas una y otra vez. — Sacó su teléfono y llamó a una ambulancia. Yo parpadeé y vi como poco a poco se desvanecía aquel sujeto mientras yo iba perdiendo el conocimiento. 

Cuando desperté estaba en un hospital, con el brazo inmovilizado. El doctor me dijo que tenía suerte, pero más suerte fue el que ella tuviera tan buena puntería y no me hubiera querido matar. Le pregunté si sabía en donde estaba y contestó que se fue después que le dijeron que estaba fuera de peligro.

De esta forma termina la historia de cómo fui víctima de mis celos, de mis delirios y mi ira descontrolada. Lo peor de todo, disfruté tener el control de la situación y no fue la última vez que lo hice.

jueves, 18 de octubre de 2012

Ya no puedo más


Cuando crees que vas a quedarte estancado, que no vas a dar un paso más, que todo lo que habías planeado se derrumba, siempre llega una nueva oportunidad.

Cuando te expones y dejas descubiertos todos tus temores, en ese instante en que tus más obscuros pensamientos se mezclan con tus anhelos, comienza una lucha interna en la que el dolor es placentero.

Es por eso que el desánimo a veces es más fuerte que cualquier lucha. El tirar la toalla te acerca a las personas en las que puedes confiar, aunque sea un segundo nada más. El llanto de dolor y resentimiento se transforma en uno de agradecimiento y te acuerdas de aquel que siempre confió en ti.

Reconocer que ya no puedes más no es símbolo de debilidad, al contrario, te recuerda lo insignificante que eres y que no hay prueba alguna que no puedas superar.

martes, 9 de octubre de 2012

28 legados de John Lennon

Un día como hoy pero de 1940 nació una de las figuras más emblemáticas en el ámbito musical de los últimos años. Es difícil conocer a alguien que no lo sepa quién es, aunque sea de oídas. Con una niñez y juventud que muchos pueden considerar difíciles, el muchacho destacó por su creatividad desde la adolescencia, por lo que estuvo en el Colegio de Arte de Liverpool, poco tiempo después de que su madre falleciera.

John Winston Lennon conoció a Paul McCartney, George Harrison y junto con Stuart Sutcliffe formaron "The Beatles" en 1960. Después de esto la historia se cuenta sola.

No es mi intención escribir la biografía de John, de hecho hay gente que ha pasado su vida entera reconstruyendo su pasado y yo no me considero el más indicado para hacerlo. Más bien quiero darles a conocer, si gustan saberlo, las 28 canciones que más me gustan que haya escrito él. 

¿Por qué 28 canciones? ¿Realmente importa? No lo creo. ¿Por qué este orden? Porque es el que me gusta, aunque definitivamente es muy cerrado elegir un orden, ya que podrían subir o bajar peldaños con suma facilidad. Sin más preámbulos empecemos esta lista. 

28) Imagine: realmente no me gusta tanto, digo, la letra es inspiradora y la melodía contagiosa, pero hay canciones que realmente me hacen vibrar.

27) Norwegian wood: la forma de escribir de John evolucionó mucho al pasar de los años, es una realidad. Con esta canción puedes recorrer la habitación de la que hablaba al pasar los compases.

26) Cripple inside: ¿Puedes escucharla sin mover el pie al ritmo de la música?

25) Cry baby cry: Con una estructura simple, hay elementos que no pueden pasar desapercibidos, como las segundas voces, los instrumentos y los matices.

24) We can work it out: Vemos un ejemplo de la versatilidad que tenían John y Paul cuando grababan juntos, donde podían ser opuestos en la letra y ritmo, pero aún así demuestran que dos son mejores que uno.

23) Come together: Es un gran ejemplo de como debe ser llevada una canción de menos a más.

22) How?: Es una de las canciones que más me ponen a reflexionar y la música logra gran parte de ella.

21) I'm only sleeping: Todo lo resume la frase "Please don't spoil my day, I'm miles away and after all I'm only sleeping". O como lo veo, no me molesten que el dormir es solo para mi.

20) I'm so tired: Casi siempre cuando escucho esta canción la vinculo con la anterior (vaya, soy un genio). La verdad es que hablan de dos estados opuestos y muchas veces atendemos más a este y nos olvidamos del otro.

19) Julia: Todo lo que logra una guitarra y un corazón hablando.

18) Woman: Deberíamos estar más agradecidos con esas personas, no nada más esa mujer, que siempre nos han apoyado desde que estábamos aprendiendo a vivir.

17) Jealous guy: La gran mayoría de las personas sufrimos el maltrato del gran monstruo verde, donde lo que menos queremos es lastimar a aquella persona que amamos.

16) I am the walrus: Es una de las canciones de las que ya había hablado antes. Últimamente me he olvidado de la canción y de demostrar que yo puedo hacer más de lo que he logrado.

15) Lucy in the sky with diamonds: Creo que todos hemos conocido a una Lucy, aunque no todos sepamos quién es.

14) Happiness is a warm gun: Hay tres momentos diferentes en esta canción. El primero te acorrala, el segundo te asfixia y el último te libera. Es como estar en una montaña rusa.

13) And your bird can sing: Es una de las canciones que uso como despertador, debo decirlo, y es muy efectivo. Creo que como me alegra al escucharla, me gusta levantarme estando alegre y continuar así durante todo el día.

12) One after 909: Uno de mis géneros favoritos es el rock & roll. Esta canción creo que ejemplifica lo que es y el por qué.

11) Yes it is: Si las últimas dos canciones me tienen en lo alto de la felicidad, al escuchar "Yes it is" me entra una nostalgia espeluznante, al borde de las lágrimas.

10) Strawberry fields forever: Antes no me gustaba la canción, pero siempre hay personas importantes en nuestra vida que nos presentan cosas que no sabemos que nos pueden encantar. No hay una sola vez que la haya escuchado sin acordarme de ti, tú sabes quien eres.

9) A day in the life: Una canción que no está más arriba en la lista por lo estresante que me resulta el final. Sigo admirando el gran trabajo que hacían Paul y John cuando decidían trabajar juntos, aunque se trataran de dos canciones diferentes.

8) Across the universe: Algo como pasó con "Strawberry fields forever", esta canción me lleva a una de las personas más importantes que he conocido. Es de las canciones que casi no he disfrutado como merece.

7) All you need is love: Una lección en la vida, sobretodo para alguien como yo que no es muy adepto a amar.

6) Help!: Ya lo había dicho en el post anterior, es y siempre será mi primer canción favorita de The Beatles.

5) You're gonna lose that girl: Además de ser una de las pocas canciones que sé tocar de ellos, es parte de mi "lado obscuro", es decir, algo que quiero hacer pero no sé si me atreva hacerlo directamente.

4) Revolution 1: ¿Tienes algún problema? Recuerda que primero debe cambiar uno mismo y que a pesar de lo que suceda, todo va a estar bien.

3) I've got a feeling: Esta canción me da coraje que se hayan separado, no sé cómo expresarlo aquí, pero tenía que decirlo. 

2) It's only love: Sí, tengo un lado cursi que pocas veces sale de mi y lo confieso, me gustaría compartir esta canción con alguien especial. Por cierto, creo que a muchos nos queda esta canción.

1) Sexy Sadie: Las canciones que escriben otros corren el riesgo que nos las apropiemos y esto pasó. Si alguien leyó el conteo anterior, sí, ya la superé (o eso creo). Digamos que esta canción es como una cicatriz, siempre me recordará esa parte de mi pasado que me dolió, pero al mismo tiempo disfruté lo que sucedió antes de ese instante.

Espero que les haya gustado este breve conteo, en donde una vez más, la música me deja expuesto ante ustedes. Sé que tenemos diferentes gustos, incluso a alguien no le gustará la música de John o tal vez a otro le guste mucho más que a mi. Intenté ser sincero conmigo mismo y escribir lo que me hacen sentir, de manera breve porque se me acababa el tiempo y creo que es suficiente para que algunos de los que mejor me conocen me comprendan un poco mejor.

Agradezco que hayan leído hasta aquí y debo confesar, una vez más, que John Lennon no es mi autor favorito, pero sinceramente el hombre sabía lo que hacía en cuanto a letra y música. También creo que hubiera sido diferente la historia de esta leyenda si no hubiera muerto de esa forma y mucho muy diferente si todavía estuviera con vida.

martes, 18 de octubre de 2011

Un día nublado

Esta es la historia de un hombre que no debería contar, no porque sea peligroso sino por el dolor que expresa. Él nunca conoció la felicidad, ni tuvo amigos, murió solo y sin preocupaciones, tampoco tenía alguien a quién dejarle sus pertenencias, las que acumuló sin límites.

Brillante como estudiante, solitario en cuanto a familia, aprendió a vivir día a día, minuto a minuto; no podía darse el lujo de ser abandonado nuevamente, de pasar hambre, frío, enfermedades, sin importarle el mundo social.

Preocupado siempre por el qué dirán, se aisló de las personas que lo vieron crecer, sonreír, llorar. Convencido que todos querían destruirlo, lentamente dejó de brillar. Cuando era joven, un día, lejos de casa, conoció a una mujer. Pasaron horas platicando y riendo. Como comenzó a pasar con su vida, el brillo del sol fue desapareciendo por las nubes. Se despidió de ella. No le preguntó su nombre, edad, dirección, nada, no le interesaba volver a verla. ¿Para qué? Eso se preguntó hasta el día de su muerte.

¿Amigos? Nunca los tuvo, no porque ellos no lo buscaran, al contrario, no le interesaban. En alguna ocasión, tuvo uno, con quien salió de viaje en alguna ocasión. Era menor que él, perspicaz, inteligente, observador, codicioso, hipócrita, interesado, mentiroso, en fin, alguien que no le dejaba confiar en él, ni en nadie más. ¿Para qué?

¿Alcohol? ¿Drogas? ¿Mujeres? Lo probó todo, con exceso y en forma desmedida, durante un corto periodo de tiempo. Nunca lo llenaron, él buscaba algo más allá del placer momentáneo.

Siempre tuvo lo que quería, en el momento que lo necesitaba, no tenía límites. Sin embargo, eso mismo lo dejó en el olvido, miserable por dentro, rico por fuera. En la ciudad era alguien conocido, respetado por la élite social, a pesar de nunca presentarse en las fiestas, reuniones, eventos. ¿Para qué?

El día de su muerte fue como un día cualquiera, saludable desde que despertó. A medio día estaba rodeado de empresarios famosos, con los proyectos más importantes del país, satisfecho intelectualmente, ya que nadie se comparaba con él. Al salir de su oficina se encontró a alguien conocido, sin embargo no reconoció quién era. Una mujer llegó, abandonando a aquel conocido. "Este es tu fin, debes saberlo, no es una amenaza, es una advertencia", le dijo y siguió de frente.

En seguida un señor llegó frente a él, a unos metros de distancia. "¿Te acuerdas de mi?", le gritó. Nuestro personaje negó con la cabeza. "Fuimos a un viaje juntos, ¿tienes alguna idea?". Segundos después, el sospechoso sacó una pistola del costado y con sangre fría disparó tres balazos que atravesaron copiosamente el pecho del señor y cayó muerto inmediatamente. Cuatro horas después un señor de intendencia lo encontró y lo reportó.

El día de hoy es un día nublado, su funeral se efectúa. Solo su abogado atendió, por si alguien iba reclamando alguna deuda, cosa que no sucedió. Tal vez se pregunten cómo sé estos detalles si ya vimos que el hombre no tuvo alguien a su lado, pues es sencilla esa respuesta. Ese hombre, soy yo.

domingo, 10 de julio de 2011

¡Espera!

Llegué tarde al centro de noticias. Todo era un caos ya que nos habíamos quedado sin luz desde varias horas atrás. El director estaba muy tenso, bueno, en realidad todos lo estaban. Nos llamaron a junta a los principales reporteros, no podíamos dejar de investigar por qué nos habíamos quedado sin el suministro. Entré junto a mi mejor amigo, Ricardo, mientras esperábamos, charlamos, como es nuestra costumbre.

“¿Ya viste a la chica nueva?” – Preguntó.

“No, llegué tarde, ni siquiera estaba enterado que existía.”

“Existe y es muy bonita, ya la vi hace rato y preguntó por ti. El señor Villa dijo que será tu asistente pero por ahí me dijeron que hizo lo posible para estar contigo”. Esto último lo dijo en tono de burla. “A ver si así por fin sales ya que nadie me quiso comprar boletos”. Añadió inmediatamente.

“¿Boletos? Espera, espera, espera, no me distraigas ¿quiere trabajar conmigo?” Reaccioné.

“No solo quiere, va a trabajar contigo y sí, los boletos son para tu rifa”. Terminó con una fuerte carcajada.

“Yo no necesito asistentes, algo pasa que no congeniamos”.

“Pero dicen que…” El jefe interrumpió y entramos a una tediosa y larga junta. Debo admitir que estaba ansioso por conocerla, por el simple hecho que buscó trabajar conmigo. Saliendo de junta vi al final del pasillo una chica que no podía identificar, Ricardo me dio un codazo indicando que era ella. Nos acercamos y justo antes de presentarnos hubo un click con nuestras miradas. Jamás había visto unos ojos negros tan brillantes y hermosos como los de ella. Sonrió tierna y coquetamente.

“Hola, soy tu nueva asistente, me llamo…”. La callé con un beso, no sé por qué lo hice, pero algo me dijo que debía hacerlo y después de besarla le dije, “no entremos en detalles ahora, ya tendremos tiempo, además debo, que diga, debemos ir a cubrir la nota a unas cuadras de aquí”, y la tomé de la mano sin saber por qué, pero no me importaba. Caminamos hasta llegar a unos edificios descuidados, como si un huracán hubiera pasado por ahí.

Mientras caminábamos tenía una extraña sensación, por una parte, en el sentido profesional sabía que no debía salir con alguien del trabajo y mucho menos con quien sería mi asistente (y en el sentido estricto ya lo era), pero por el otro ella me brindaba la paz y alegría que llevaba años buscando, me sentía bien con ella, como si hubiéramos estado mucho tiempo juntos.

Tomé unas cuantas fotografías pero no había indicio alguno que alguien supiera del suceso así que regresamos a la oficina. Despreocupadamente nos sentamos en las escaleras, sin hablarnos más que con la mirada, las caricias y algún beso esporádico. Cuando menos lo esperaba se levantó y caminó hacia la salida,

“¡Espera! ¿A dónde vas?”. Grité desesperadamente.

“Lejos de ti, sé que seríamos felices juntos pero aún no es el tiempo”. Contestó mientras una lágrima recorría su mejilla.

“Pero no sé ni tu nombre, además, ¿cuándo te volveré a ver?”

“Eso lo decides tú, tal vez cuando vuelvas a soñar”. Sonó mi celular, desperté. Era Ricardo, contesté y me dijo:

“Te tengo dos noticias, pero debes venir rápido a la oficina.”

“Dame un adelanto”.

“No debería pero bueno, dicen los de seguridad que desde anoche estamos sin luz y debemos investigar eso, además el señor Villa mencionó que tendrías una nueva asistente, te daría más detalles pero debo hablar con él, hasta al rato”.