viernes, 11 de enero de 2013

¿Quién es él?

Todavía estaba en la oficina, arreglaba mis cosas para ir a cenar con Claudia, mi novia. El estrés me carcomía y no podía dejar de pensar en la reservación que había hecho en un restaurante que costaba un poco más de lo que acostumbraba a pagar. Sonó el teléfono, era ella. Fue breve, muy breve:

— ¿Te molesta que antes de ir a cenar pase a casa de Paty por unas cosas que le compré?
— Para nada, tómate tu tiempo.

Le mentí, en realidad no quería que nada ni nadie estropeara ese momento que llevaba semanas planeando. Fue entonces cuando decidí anticiparme a sus movimientos, salí corriendo y me dirigí a donde ella trabajaba. Me estacioné a unos metros de donde deja su coche y la seguí. En un semáforo se subió con ella un hombre, más alto que yo, vestía un traje negro y la besó. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Estuve a nada de chocar después de la rabieta que hice y seguí la persecución.

Efectivamente, llegamos a casa de Paty y vi como se tomaban de la mano. En ese momento no lo soporté más, tomé la pistola que guardo en la guantera del coche y los embosqué. Recuerdo la cara llena de cinismo de aquel sujeto, del que nunca supe su nombre, lo que me hizo golpear una caseta telefónica con tal de que la cambiara. Los llevé a un parque cercano, sabía que a esa hora no pasaba gente cerca. Cuando por fin llegamos los confronté.

—¡¿Quién es él?! —Pregunté enfurecido. — ¡Contesta!
— ¿Él? No es nadie. Baja el arma, por favor. — Respondió Claudia, llena de lágrimas. Yo empezaba a temblar, no sé si de temor o de coraje por la situación en la que me encontraba. — Me estás asustando.
— ¡A mi no me engañas y mucho menos con él! ¿Crees que no vi cómo te saludó?
— ¿De qué hablas? No hay nadie aquí. ¿Por qué haces esto? — En ese momento el sujeto soltó una carcajada. No debió haberlo hecho. Disparé al suelo, cerca de él, pero ni se movió. — Solo venía a casa de Paty por un regalo que te compré.
— Sabía que tenía que seguirte, no me quedaba de otra. — El tipo volvió a reír. — ¡Cállate! ¡Cállate o te mato! Ya sé cómo le vamos a hacer. Tú — señalé a Claudia, — tú toma la pistola y dispárale a quien no quieras volver a ver.

Claudia tomó el arma pero no quería apuntar y mucho menos disparar. Le grité una y otra vez, mientras el otro le decía con ademanes que le disparara a él. Finalmente ella levantó el cañón y se escuchó el disparo. Inmediatamente yo estaba en el suelo, con un dolor como jamás había sentido, tanto en el hombro como dentro de mi.

— ¿Por qué lo hiciste? — Pregunté con muchos esfuerzos. — Espero que sean muy felices.
— ¿Con quién? Si solo estamos tú y yo.
— Está a tu lado, tocando tu hombro. Es alto, castaño, todo lo que mere... — Tosí y ya no pude terminar de hablar.
— Tienes razón, tuve que dispararte porque volverías a inventar cosas una y otra vez. — Sacó su teléfono y llamó a una ambulancia. Yo parpadeé y vi como poco a poco se desvanecía aquel sujeto mientras yo iba perdiendo el conocimiento. 

Cuando desperté estaba en un hospital, con el brazo inmovilizado. El doctor me dijo que tenía suerte, pero más suerte fue el que ella tuviera tan buena puntería y no me hubiera querido matar. Le pregunté si sabía en donde estaba y contestó que se fue después que le dijeron que estaba fuera de peligro.

De esta forma termina la historia de cómo fui víctima de mis celos, de mis delirios y mi ira descontrolada. Lo peor de todo, disfruté tener el control de la situación y no fue la última vez que lo hice.

2 comentarios:

  1. Me gustó la historia, no hay duda, la mente es poderosa... el final un poco siniestra la forma en que el protagonista ve el suceso, pero muy buena.

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  2. Me gustó muchola historia,la moraleja: Los celos son el peor enemigo en una relación.

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