domingo, 8 de mayo de 2011

El café, la rosa y la sonrisa

Seguramente Antonio estaba nervioso, era la primera cita y quería que todo saliera perfecto. Una corriente de aire frío refrescaba el lugar, las nubes amenazaban con arruinar el momento, pero no le importó y caminó a la cafetería en donde se habrían de encontrar. La vio de espaldas, llevaba un saco negro, más formal de lo que requería la ocasión. En frente había un señor, unos años mayor que Antonio, lo que lo llevó a pensar en muchas cosas, sin embargo mantuvo la calma y esperó un par de minutos con la expectativa que se fuera. Minutos después salió, se vieron frente a frente, sin embargo el señor no sabía quién era nuestro personaje. Entró.

Llevaba una rosa fresca, esperando que fuera un buen detalle debida la situación. La dejó caer suavemente sobre la mesa, mientras su mano tocaba el hombro de ella y cuando se acercó para saludarla identificó una lágrima, ¿de dolor? No, no parecía de dolor. ¿De risa? Tampoco, seguramente era de tristeza, lo que dejaba a Antonio con más dudas que respuestas. Apretó fuertemente los dientes, por muchas ideas que giraban al rededor de sus pensamientos. Sintió un nudo en el estómago, mayormente de ira. Giró la cabeza intentando ver al señor, sin embargo fue inútil. No le quedó más que saludarla y hacer como si lo no hubiera visto.

Se sentó del lado opuesto de la mesa, intentó pasar desapercibida la gota que recorría lentamente la mejilla de Tania. Algo que no se debe pasar por alto es que Antonio llevaba meses tratando de salir con ella, pero la última relación que supo que había tenido Tania no le permitía acercarse, jamás había visto al exnovio, pero sospechó que el susodicho había causado esto. Después de varios intentos fallidos de una conversación le dijo:

"Toda mi vida había esperado este momento, quería que fuera perfecto, pero creo que no lo es. No sé por qué lloras y tengo ganas de llorar, quisiera cambiar esa lágrima por un bello recuerdo, pero sería más fácil apagar las estrellas para que no la confundan con tu belleza".

Tania finalmente sonrió, una pequeña risa escapó. El mesero interrumpió de manera inoportuna, ya había logrado romper el hielo pero Tania lo evitó mientras tomaba su café. Mientras las nubes que amenazaban comenzaban a retumbar, nada podía salir peor que en ese momento, ya que parecían el reflejo de Antonio.

Tania sacó su teléfono y vio fijamente la pantalla unos segundos, lo que ocasionó que saliera una lágrima más. Una nueva ráfaga de coraje invadía el cuerpo de Antonio al no saber qué hacer. Tania interrumpió el silencio diciendo:

"Lo siento Toño, debo irme".

Impotencia, eso era lo que sentía, no podía hacer nada de lo planeado para un momento tan especial, si tan solo hubiera llegado antes. Pero no, alguien se adelantó. Pagó la cuenta y la acompañó a la salida. Un auto negro se acercó por ellos, identificó al sujeto. Era él, aquel que le había estropeado la tarde y probablemente la vida. Abrió la puerta del vehículo, le dijo algo al señor que Antonio no alcanzó a escuchar y se dirigió al joven, diciendo:

"No quisiera irme, pero debo hacerlo, gracias por el café, la rosa y la sonrisa". Besó tiernamente su mejilla, lo abrazó y susurró, "eres un gran chico, algún día encontrarás una chica que sepa valorarte, sé que quieres que sea yo, y lo podría ser pero..."

Se escuchó un grito del interior del carro. "TANIA". Ella subió y lo dejó con una gran duda, una gran sonrisa que disimulaba una tristeza aún más grande. "¿Pero? ¿Por qué tiene que haber un pero?"

Las lágrimas ahora recorrían las mejillas de Antonio, disimuladas por la lluvia que arremetía el lugar, a lo que él no hizo nada para refugiarse, quería estar solo y pensar, pensar en el hubiera, en la sonrisa y sobretodo en el beso, lo que recuperó su sonrisa, acompañada por el llanto de la desilusión.