viernes, 31 de julio de 2015

No es lo mismo


Era una noche cualquiera en el departamento de Karla. Estaba esperando a que su pareja llegara a cenar. No había salido en toda la semana, no porque no quisiera, sino porque lo tenía prohibido. No tenía llaves de su propia casa, era esclava en una vida de lujos que no podía disfrutar.

Finalmente llegó Jacob, su pareja, aventando su saco a la silla más cercana. Viéndola tan solo un instante le gritó:

- ¿Cómo es posible que todavía no estés arreglada? Tenemos una cena con Gonzalo y su esposa en un par de horas, sabes que es muy importante causar una buena impresión para que apoyen mi proyecto.

- No me dijiste nada y además no pude arreglar el zapato al que se le rompió el tacón – contestó conteniendo el llanto.

- Pues ponte otros, ya te he comprado bastantes como para que salgas con eso.

- Es que no entiendes cómo me siento, no puedo hacer nada por mí misma – soltó a llorar.

- ¡Eres una malagradecida! ¡Después de todo lo que hice por ti! ¡Después de haberte sacado de la miseria en la que vives ahora vienes a reclamarme! ¡Hace un mes te llevé a la playa al hotel más lujoso y ahora no puedes ponerte ni un par de zapatos!

- Pero no es lo mismo…

Karla no pudo alcanzar a contestar. Jacob la tomó por el cuello y la estrelló contra la pared. Mientras le rompía la blusa de un tirón, volvió a gritarle, estando a unos milímetros de su rostro.

- ¿Cómo que no es lo mismo? Las cosas se hacen como yo digo, como yo quiero y cuando yo quiero. Así que arréglate, que ya estoy cansado de ti. Mañana te vas de esta casa pero hoy seguirás siendo mía.

Jacob la empujó. Karla, con una mirada de impotencia, lágrimas de rabia y la voz sin poder encontrar un camino de salida, se arrastró hacia la habitación. Jacob se sentó, dándole la espalda.

Sin pensarlo, ella tomó lo primero que encontró a la mano, un jarrón de porcelana, y se lo aventó a la cabeza. Jacob cayó inmediatamente después del impacto. Karla, con más ira que preocupación, corrió a ver qué había ocurrido, vio que estaba inconsciente. Tenía que tomar una decisión y pronto.

No lo dudó. Corrió a la cocina y tomó un sartén. Golpeó una y otra vez a Jacob por todo el cuerpo hasta que ya que la adrenalina dejó de surtir efecto y el cansancio no le permitió levantar los brazos una vez más. Después lloró. No por la pérdida sino por el alivio que representaba el ya no volver a cargar con una persona que le hizo tanto daño, durante tanto tiempo y solo ella sabía lo que en realidad pasaba en la relación.

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